Sólo
sonríe en la noche más oscura, en el sueño más profundo. Sólo en ese momento el
término soledad desaparece. Todos sus anhelos se hacen físicos, visibles,
palpables. Y por unas pocas horas su corazón siente el resguardo y el calor de
otro. Siente seguridad, como si lo demás ya no importara. Sus preocupaciones se
desvanecen en aquella oscuridad porque, por unas pocas horas, conoce el amor. Lo
entiende, disfruta de él.
Le acaricia, le besa y le sonríe cada noche en diferentes escenarios. A veces ni siquiera se mueven de la cama, se enredan entre las sábanas y el placer le invade. Otras sin embargo corren por cualquier rincón de su memoria. No sabe quién es, no conoce su nombre, lo único que sabe es que le hace feliz.
Le acaricia, le besa y le sonríe cada noche en diferentes escenarios. A veces ni siquiera se mueven de la cama, se enredan entre las sábanas y el placer le invade. Otras sin embargo corren por cualquier rincón de su memoria. No sabe quién es, no conoce su nombre, lo único que sabe es que le hace feliz.
Eso
es lo que recuerda de esos sueños que le invaden cada noche. Y cada mañana
con el desayuno se da cuenta de que eso no es real. Con los primeros rayos de sol
de la mañana vuelven sus preocupaciones, desaparece el amor y su sonrisa. La
soledad resurge y durante el día sólo espera a que llegue la noche.
Ha
esperado mucho a que sus sueños dejen de ser ficción, ha perdido la esperanza.
Y
ahora espera por una noche eterna, sin fin.